lunes, 21 de febrero de 2011

ETAPAS DE LAS ADICCIONES

Las drogas, todas las drogas, presentan una doble cara. Primero aparecen con la imagen positiva, favorable y que tanto atrae a jóvenes y mayores. Posteriormente, esa cara desaparece. Rápidamente las drogas empiezan a mostrarse tal como son: dolor, problemas, infelicidad y múltiples trastornos.
En esta dualidad que las drogas presentan reside parte de la potencial dificultad para evitar que nuevas personas las consuman y abusen de ellas. Si desde el principio, la cara imperante fuera la negativa, el atractivo y mística que rodea el mundo de las drogas desaparecería.
En muchos sentidos el proceso de adicción ha sido comparado con el de entablar una relación; pero en este caso se trataría de una relación desdichada. A medida que atravesamos las sucesivas etapas, el compromiso se intensifica y el influjo que ejerce sobre el adicto se vuelve más fuerte.
En función de esta analogía el Dr. Arnold M. Washton en su libro 'Querer No es Poder' establece cinco etapas en el proceso de adicción.
 
Enamoramiento
Las primeras experiencias con las drogas suelen dejar una marca grabada. Si este primer contacto ha sido agradable, se produce un enamoramiento o atracción apasionada por volver a tomar la sustancia o realizar la actividad. Esta percepción distorsionada de la realidad, sin embargo, emociona, produce euforia o tranquiliza lo que hace aumentar la probabilidad de que haya una nueva toma u ocasión para consumir. Se produce un cambio de estado de ánimo que, en muchos casos, se experimenta a nivel visceral (todo ello causado por la lógica alteración de la química cerebral) y que genera ese encandilamiento al igual que uno se enamora de una chica/o.
En el juego, una fuerte ganancia inicial incrementa las probabilidades de adquirir adicción al juego.

Luna de miel
Una vez que el individuo ha aprendido -a través de su familia, de la sociedad o por experiencia propia- que ciertas actividades o el consumo de ciertas sustancias pueden transportarlo como por arte de magia lejos de cualquier sentimiento o estado de ánimo negativo, el paso a la adicción es muy sencillo.
Al haber 'aprendido' en la etapa 1 que es posible obtener cierto alivio (refuerzo negativo) o placer (refuerzo positivo) a través de la sustancia o actividad adictiva, la persona puede sentirse impulsado a borrar los malos sentimientos o dolorosos con algo positivo. La baja tolerancia a la frustración o la incapacidad para hacer frente a esas adversidades lleva a la búsqueda de 'soluciones mágicas'; entonces se busca el recurso químico que facilite el cambio.
Durante la fase de luna de miel, el futuro adicto experimenta todas las gratificaciones sin ninguna de las consecuencias negativas: siente que ejerce control, que la actividad es inofensiva y que él la merece. Puede sentirse mejor instantáneamente y disfrutar la sensación de olvidarse de todo. Pero de lo que no se da cuenta es de que ninguna relación basada en el engaño y la fantasía puede funcionar bien a largo plazo.

Traición
Sin embargo, lo que uno vislumbra durante la luna de miel no es lo que en realidad obtiene. Con el paso del tiempo, es traicionado. Así, además del deterioro sufrido en las principales esferas de su vida, es muy probable que el adicto esté haciendo cosas que normalmente no haría, para matener su adicción (robar, participar en otras actividades ilícitas). Los paraísos artificiales que se le prometían en la fase anterior se tornan en oscuros callejones repletos de trampas. La traición es real y el declive comienza.

En la ruina
Ahora el adicto debe consumir cada vez más para evitar que los crecientes sentimientos y estados de ánimo negativos profundicen en su conciencia y para tratar de mantener los efectos positivos que cada vez son menores. Está desarrollando tolerancia y tiene que consumir no para obtener placer o alivio sino para evitar el malestar asociado al síndrome de abstinencia. La dependencia física creada químicamente por la acción de la sustancia sobre el sistema nervioso tiene apresado al individuo. Psicológicamente, la estrategia de afrontamiento desarrollada hasta ahora sigue manteniéndose con lo cual, los problemas lejos de resolverse se acrecientan aún más.

Aprisionados
Con el tiempo, el adicto llega a un estado de desesperación en su relación con la sustancia o actividad adictiva, dejando de lado todo lo demás. Se comporta de manera cada vez más impulsiva e incontrolada, preso de su adicción. Esta etapa de la relación adictiva es un descenso a la desesperación y la destrucción personal. El servilismo ante las drogas no permite tregua y esta espiral tiende a autoperpetuarse, a menos que suceda algo que la detenga. El retorno, no obstante existe, aunque sea un proceso también duro y difícil.

viernes, 18 de febrero de 2011

  • Efecto Drogas






  • Manipulan cannabis con alucinógenos para incrementar sus efectos

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    «Se están produciendo manipulaciones genéticas en grandes cosechas de marihuana así como el abono de cannabis con alucinógenos para aumentar sus efectos». La alerta procede de Agustín Durán, psicólogo del Plan Municipal de Drogodependencias en Valencia. Los expertos han detectado estas prácticas cuyo objetivo es que cada calada de un porro ‘coloque’ más.
    Las plantas se abonan con setas alucinógenas, LSD e incluso con productos químicos para conseguir una mayor cantidad de THC, el principio activo del cannabis que tiene más poder alucinógeno. «Se pretenden alcanzar niveles del 200% de THC cuando un canuto adulterado tiene entre un 50 y un 60%», apunta Durán. Esta manipulación se está haciendo para venta pero también para consumo propio. Los jóvenes obtienen las instrucciones y artilugios para manipular la marihuana por internet.
    Las sustancias tratadas incrementan el riesgo de desarrollar un brote psicótico. «En breve te pueden dejar K.O.», asegura el psicólogo. En el centro municipal ya han llegado casos de jóvenes valencianos que presentan alucinaciones, delirios y paranoias por consumo de porros. Como el caso de un adolescente que asegura que escucha voces. O el de otro que cree que tiene micrófonos en la cama y ha acuchillado todo el colchón convencido de que hay aparatos en su somier.
    «El consumo de porros es preocupante en los colegios y grave en los institutos. Influye en el fracaso escolar», alerta el experto. Y es que el cannabis afecta a la percepción, a la atención, a la concentración, a la memoria y a la motivación, «todos los procesos psicológicos que se necesitan en la escuela», apostilla Durán.
    Así es. Los alumnos pierden el interés por aprender, se desconcentran en clase, no son capaces de atender las explicaciones y ven mermada su capacidad de memorizar. Y según los datos del Plan Nacional de Drogas, casi la mitad de estudiantes han probado alguna vez en su vida un canuto.
    «Las drogas presentan factura», alerta el psicólogo a los jóvenes a los que atiende. Y así se lo hace saber a todos los chicos con adicción a sustancias tóxicas que pasan por su oficina. Y es que debido al efecto alucinógeno de la marihuana, también existe el riesgo de que el consumidor tenga problemas psicológicos serios, a veces, «irreversibles».
    Además, la edad de inicio de consumo cada vez es más temprana. La de esta droga ya se sitúa en los 13 años. «El cerebro no acaba de desarrollarse hasta pasados los 20, con lo que cuánto antes empieces a consumir, más pronto te deterioras», afirma Durán.
    El consumo de porros también está detrás de los comportamientos violentos que presentan muchos jóvenes hoy en día. «Tienen una agresividad que no es propia de la adolescencia sino consecuencia de las drogas», asegura.
    Por ello, los expertos insisten en que todos los sectores de la sociedad deben implicarse. «Se cometió el error de que el cannabis era una droga blanda. Nos centramos en el tabaco y la marihuana es más peligrosa que el tabaco», asegura el psicólogo del Plan Municipal.
    Los datos evidencian el problema del consumo de cannabis entre los jóvenes. En sólo un año las Unidades de Conductas Adictivas (UCAS) de la Comunitat Valenciana atendieron a 900 menores enganchados al consumo de cannabis. Lo más llamativo es que, en algunos casos, no superaban los 10 años de edad. Hasta allí también llegan niños de 12 años adictos a la cocaína. Y los expertos alertan de que esta problemática afecta a todas las clases sociales.
    «Se nos está yendo de las manos. Todos tenemos que intervenir para atajar la situación. Esto es sólo la punta del icerberg, lo que se ve», advierte Duran.

    domingo, 13 de febrero de 2011

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    "El adicto que no acepta el tratamiento"
    Miércoles 22 de Septiembre de 2010 11:08

    por Lic. Daniel Campagna | Múltiples son las causas que intervienen en la constitución de esta enfermedad de la Drogadependencia. Desde las causas sociales (cada vez se acepta más la descripción de esta enfermedad como una Epidemia Social), hasta las familiares e individuales que intervienen, requieren análisis específicos y estudios aún no completos. En este espacio trataremos de explicar, para no complicar con otras razones, algunos de los motivos individuales que, además, se hallan presentes en la familia del Adicto y contribuyen a la compleja trama de esta enfermedad de nuestros tiempos. » Carta de un Adicto a Otro
    Entre las características principales de constitución de la personalidad del Adicto, previa al consumo de drogas, incluiremos:
    *Personalidad Infantil: La persona, que luego abusará de drogas, posee un desarrollo psicológico madurativo que contrasta con lo esperable, a determinada edad, para su crecimiento físico. Dicho de otra manera, es un "niño" que habita el cuerpo de un adulto.
    *Distorsiones en la Identificación con sus figuras parentales: Existe, en la conflictiva familiar del Adicto, fallas en la incorporación de los rasgos principales que un niño necesita adquirir de sus padres:
    1. Capacidad de amar y ser amado.
    2. Límites parentales que le faciliten organizarse psicológicamente y afrontar los pasos necesarios para incorporarse al mundo social y que contribuyan al logro de los progresos acordes a la maduración y el crecimiento personal (Jardín de Infantes, Escolaridad Primaria, etc.).
    3. Un modelo comunicacional-cultural con el que pueda mejorar, progresivamente, la calidad de sus percepciones, lenguaje, la relación con sus sensaciones y sentimientos íntimos que lo rodean.
    *Tendencia a la actuación primaria de sus estados emocionales: Al padecer las distorsiones de identidad nombradas en el punto anterior crecen, de manera desproporcionada, la cantidad de impulsos, sentimientos y conflictos comparados con su capacidad de organizarlos, mediarlos con la reflexión y adecuar las respuestas a los mismos.
    Entonces, con esta situación personal, el Adicto (antes de llegar al consumo de drogas), es una persona con gran dificultad de relacionarse consigo mismo (su mundo íntimo) y con los demás (su mundo familiar-social). Por estas razones queda, desde sí mismo, desorientado, confuso, con escasa capacidad de entender lo que le ocurre en diferentes etapas de su vida, desvalorizado y acosado por imágenes de lo que "debería ser" y no llega a cumplir. Se retrae, progresivamente, de aquellas cuestiones sociales-educativas que le presentan escollos insalvables y aumentan sus componentes agresivos y autoagresivos, se margina paulatinamente y no crece en su interior.
    Los otros (familiares, docentes, amigos) lo comienzan a describir como "caprichoso", "impulsivo", "agresivo", "difícil de entender y de tratar" y, este componente, empieza a ser la base de su dificultad de encontrar espacios en lo social que le faciliten progresar psicológicamente.
    *Crisis en la Pubertad: la aparición evolutiva de la sexualidad y sus características secundarias, en la Pubertad (entre los 10 y 14 años de edad) constituyen una experiencia inédita en la vida de cada persona.
    Por "inédita" describimos un salto cualitativo y cuantitativo de alta significación para la constitución de lo que luego será la personalidad adulta. Esta etapa es descripta, también, como el comienzo de la Adolescencia.
    A todos lo humanos este período nos reporta conflictos, dificultades de adaptación, temores y vergüenzas sociales, miedos profundos relativos a la identidad donde, el "ser o no ser" normal, es una dialéctica permanente de la intimidad, a veces expresada y verbalizada con otros (amigos, docentes, padres o figuras parentales).
    En todos los casos es vivida, esta etapa, con gran intensidad no siempre manifestada exteriormente. Para todos es una época de conflictos que perduran, más mitigados, por el resto de la Adolescencia.
    Cuando existe algún tipo de perturbación psicológica, en la persona, estos conflictos continúan presentes en la vida adulta y se manifiestan con diferentes síntomas (inhibiciones sexuales, problemas de relación con el otro sexo, soledad, conformación de parejas complementarias de la propia conflictiva, etc.).
    La manera de atravesar la Pubertad, sienta las bases principales de la Identidad de la persona adulta.
    *Crisis de Identidad: Este es, a mi juicio, el principal problema que lleva a una persona puber-adolescente, a la tentación culturalmente presente de usar drogas como un intento de constituir una Identidad no completada y crítica.
    El Adicto cambia, confunde o reemplaza su Crisis de Identidad, en una resolución patológica, por la "imagen". Verse es Ser o, mejor dicho, que "lo vean" es sentirse "alguien".
    El déficit personal de ¿quién es en realidad?, es trastocado por la sensación imaginaria de aferrarse a una "presentación", a rasgos externos en los que encuentra su "ser alguien" y que deben ser vistos por los otros. Esta imagen puede ser aprobada por sus amigos y desaprobada por su familia.
    En realidad, huye de la conflictiva personal-familiar corriendo detrás de un "espejo" que le aporta, generalmente, un grupo de pares con el que se siente bien, pero que no lo constituye, definitivamente, como "alguien" para sí.
    De esta forma observamos que prevalece la Identidad Grupal es decir, la imagen que recibe de sí mismo al pertenecer a un grupo especial, por sobre la Identidad propia, íntima, el "yo soy".
    Fuera del grupo identificatorio, en soledad, el Adicto pierde o confunde la idea de sí mismo y trata de aferrarse a los atributos externos de la imagen que ha constituido.
    Cuando ha comenzado el consumo de drogas en su grupo "de amigos", es más y más fuerte este complejo sufrimiento de sentirse etéreo, virtual, incompleto y desubicado. Recurre a la droga como una forma de recomponerse, de "verse bien", de sentirse fuerte pero, siempre, acentuando las características de debilidad de su identidad que aumentan y potencian el incremento del consumo de drogas.
    Como ya se puede observar, lo que denominamos "enfermedad", para el Adicto es "identidad" y le dificulta el reconocerse enfermo porque le significa: ¿desconocerse?, ¿desdibujarse como imagen?, ¿perder la precaria identidad que ha adquirido?.
    Decíamos anteriormente que en el Adicto "prevalece la identidad grupal" es decir, la imagen que recibe de sí mismo al pertenecer a un grupo especial, por sobre la identidad propia, íntima, el "yo soy".
    Entonces podemos pensar que la Adicción a las Drogas, o Drogadependencia, es descripta como Enfermedad por un observador externo que la identifica como tal (Médico, Psicólogo, etc.) pero que, cuando un profesional de la salud emite su Diagnóstico luego de evaluar la historia y sintomatología, discurso y consecuencias social-familiares, no recibe el acuerdo del enfermo.
    ¿Cuál es la respuesta común de la persona diagnosticada?
    Lo habitual es el descreimiento, rechazo u oposición a la palabra del profesional. Este signo es tan reiterado que se convierte en complementario del Diagnóstico Presuntivo inicial y lo certifica. Esa "respuesta" pone en evidencia mecanismos de defensa concurrentes a la constitución psicológica del Adicto: la Omnipotencia y la Negación.
    Por tanto, lo que se describe como "enfermedad" desde el observador profesional que emite el Diagnóstico es vivido, por el Adicto diagnosticado, como crítica, ataque a sí mismo, equivocación del otro o, simplemente, no le interesa la opinión del profesional aduciendo, frecuentemente, "no entiende nada".
    ¿Qué es lo que ocurre?
    La persona Adicta no tiene "conciencia de enfermedad, decimos, pero ¿es así?.
    Claro, no tiene conciencia de enfermedad desde nuestro punto de vista profesional, pero evaluemos este aparente desacuerdo en detalle.
    Pienso que, luego de observar la evolución de muchos casos, el Adicto ve complicada su persona en lo que 'el otro' describe como enfermedad. Le cuesta, o no puede, simbolizar el área afectada, el órgano enfermo, el punto objetivo en que el profesional se basa para su diagnóstico.
    Vive, infantilmente, que si la enfermedad es "mala" y hay que "curarla", él mismo es malo y hay que reconstruirlo, reprogramarlo, o cualquier fantasía por el estilo. Por esto habla, con mucha frecuencia, que el tratamiento intenta "lavarle el cerebro" y llevarlo a pensar como el otro (Institución-"Secta") desea.
    El es Adicto, él desea drogarse, la "enfermedad" es él. La enfermedad y la identidad, para él, es la misma cosa.
    Sin lo que el otro denomina enfermedad siente que no es nada, que su cerebro se vacía y pierde el precario contenido que ha constituido.
    No importa si la enfermedad es criticada por otros, no importa si la droga le hace daño, él es "sujeto" en tanto se encadena al pseudo-objeto del que depende. Depende su sí mismo de mantener su dependencia.
    La propia identidad, precariamente constituida, entra en colapso cuando ve la posibilidad de iniciar tratamiento libre de drogas. Sin droga no es él y, por tanto, aparecen fantasías autoamenazantes y terroríficas. En qué se convertirá si deja las drogas e inicia tratamiento: ¿en nada?, ¿en policía?, ¿en un homosexual?, ¿en un ser inservible?, ¿en una persona permanentemente en pánico y angustiada frente a cualquier hecho común de la vida?
    Dos ejemplos, de personas en tratamiento de internación, que pueden ilustrar este punto:
    a. El primero, un muchacho agradable de 22 años, alto, apuesto, el cual durante un grupo terapéutico, trataba de explicar la angustia, acuciante y amenazadora, que sufría al primer mes de internación. Parado, frente a un espejo existente en la sala de grupos, decía: "...No sé como explicarles, me desespero, yo miro al espejo y no veo nada, ¡no veo nada!, no sé quién es al que veo...". (este joven consumía drogas, adictivamente, desde los 13 años).
    b. El segundo caso se trataba de un muchacho de 28 años, con catorce años de consumo de drogas "duras", con largo historial delictivo y frecuentes encarcelamientos, torvo, amenazador y querellante. Antes de la internación vivía de pelea en pelea. A los siete meses de tratamiento de internación y por primera vez, iba a viajar en colectivo, solo y sin estar drogado. Al regresar, relataba lo siguiente: "Estaba totalmente asustado, ¡no lo podía creer!, tenía miedo de subir al colectivo, sacar boleto y viajar. Tenía pánico de que alguien me preguntara cualquier cosa, no lo podía creer, ¡cómo yo teniendo miedo de semejante pavada!".
    Con "yo", en el segundo ejemplo, quería decir el identificado con el "drogadicto pesado", el que asustaba a los otros, que intimidaba, el 'malo' y 'delincuente', en síntesis, el que era. Sin ese "esquema" se sentía "nadie".
    La droga es un objeto narcisístico, colmado de un sentido fantaseado y eficaz, con muchísimo valor para el sujeto que la consume, mas allá de su efecto químico-físico.
    Por ello si alguien, ingenuamente, pregunta al Adicto: "¿Qué sentís al drogarte?", nunca encontrará una respuesta satisfactoria.
    Plantear que la droga "es un objeto narcisístico colmado de un sentido fantaseado y eficaz, con mucho valor para el sujeto que la consume", es una apuesta a vincular 'la droga' con la estructura de personalidad del sujeto adicto de manera profunda.
    Desde la óptica de lo intrapsíquico, individual, es parte del ser, de la identidad del que consume y, por ello, la dificultad en aceptar su enfermedad y, por ende, el tratamiento.
    Si la "droga" colma espacios vacíos porque, en tiempo y forma, los mecanismos que debían favorecer el desarrollo fallaron en su constitución y, el drogarse, forma parte - para el adicto- del ser alguien en este mundo, observaremos que el dejar de drogarse, si bien puede ser un objetivo aconsejable es, a la vez, una meta muy difícil y prolongada; algo así como deshacerse para volverse a constituir.
    Si la "solución" que aporta la enfermedad de la Drogadependencia a los problemas de personalidad del adicto no fuera solo ilusión con marcada tendencia al agravamiento de los conflictos y el deterioro físico, psicológico y social, no habría forma de romper el vínculo adicto-droga. Pero, aún con esos componentes ilusorios y agravantes, es muy difícil desvincularlos.
    Anteriormente comentábamos: "...la enfermedad es él. La enfermedad y la identidad, para él (adicto), es la misma cosa". Con este comentario, aparentemente sencillo, pensamos organizar la estrategia institucional de tratamiento, abriendo nuevos interrogantes: ¿Qué es curar-tratar-rehabilitar a un adicto?, ¿Porqué hablamos de estrategia institucional de tratamiento?, ¿No se avasalla el derecho humano a una identidad al plantear su modificación o transformación?.
    Es notorio que el Equipo de una Comunidad Terapéutica siempre se interroga por el ser, de manera explícita o inconciente y, a nuestro entender, debe analizar siempre lo que transmite (y metatransmite) como ideología en su propio desenvolvimiento terapéutico.
    El cambio de "identidad" propuesto al adicto es en aquello observado como enfermedad, como trampa o pseudoproyecto deprimente de lo vital y enmascarado como promesa de felicidad o de no sufrimiento, como tropiezo y detención del desarrollo de una identidad humana.
    No es necesario ofrecer al adicto el sentido de la vida (ideológico) del Equipo tratante; esto sería transgredir sus derechos. Es necesario llegar a enfrentarlo al ciclo natural de "nacer, crecer, reproducirse y morir", con la posibilidad humana de encontrarle un sentido y pensarlo como proyecto vital (individual, familiar y social), frente a lo cual el hombre debe estar psicológicamente organizado para madurar.
    El Equipo tratante debe comprender, y ser humilde ante ello, que el adicto, naturalmente, no acepta su tratamiento de rehabilitación:
    - Porque le teme, lo asusta la idea de vivir sin drogas.
    - Porque su vida, lastimosamente, se ha convertido en "drogarse"-
    - Porque no conoce otra forma de vivir.
    - Porque su "libertad" se ha convertido en soledad y encierro.
    - Porque entre entenderse y cambiar, hay un trecho muy grande en el que debe ser comprendido y acompañado.
    La estrategia institucional debe, necesariamente, ser estructural. Esto es abarcar simultáneamente todas las variables interactuantes, tanto en la enfermedad como en la cura. Debe funcionar como "familia sustituta", en el sentido estructurador que la familia posee en lo humano. Debe combinar los límites con el amor, la indicación con el ejemplo, la honestidad con el quehacer cotidiano, la necesidad del cambio con el tiempo y el espacio adecuados para lograrlo, el reclamo del cambio con la madurez propia, la necesidad de la instrucción con la dignidad del que aprende porque acepta no saber.
    Aún cumpliendo con todas estas difíciles normas, este Equipo nunca debe perder la humildad propia de cualquier ser humano que desea ayudar a otro a cambiar, si ese otro lo desea.
    CONCLUSIONES
    Mas allá de concluir está en mi ánimo, transitando un camino abierto, continuar el despliegue de un modelo organizacional que sirva, al observador entrenado, de laboratorio de análisis intelectual sobre los diversos mecanismos psíquicos, emociones y modelos de vínculo que se van estructurando en las instituciones o, mejor dicho, en las formas institucionales de organización que ha tenido el Hombre a través de los tiempos.
    Luego de nuestro paso natural y necesario por nuestras familias originarias, nuestra vida social y futura se desarrolla, progresivamente, en instituciones de diverso tipo: educativas, sociales, deportivas, laborales, militares ,etc. y, aquello que llamamos "vida privada" se desarrolla, también, en acuerdo a un modelo institucional que es nuestra familia adulta, la conformada por nuestra elección y la de nuestra pareja.
    Esta familia es una institución porque se constituye con el objeto de ser un grupo organizado regido por leyes culturales no escritas intragrupo y por leyes sociales que protegen su dinámica y sostén.
    Las personas somos, entonces, estructurados por familia e instituciones en nuestra organización mental-cultural-social y, a la vez, somos estructuradores, genitores de familias y organizaciones.
    En esa realidad de "estructurables-estructurantes" es donde reconozco la dinámica viva y cambiante que posee la cultura de nuestra civilización.
    Y, también por esa condición, nos es posible reconocer la presencia de la historia en nosotros mismos, el sello de la propia cultura en nuestras familias, la peculiaridad de los antecedentes de nuestros movimientos políticos en nuestra organización social actual y, fundamentalmente, el distintivo de aquellas emociones fundantes del Hombre en los signos perennes de la Cultura Universal.
    No podemos negar ser hijos de nuestros padres, así como tampoco que somos producto de la civilización humana.
    La necesidad del hombre de ser estructurado en un presente originario para poder estructurar evolutivamente un proyecto vital, es una de las grandezas asombrosas de lo humano pero, también, una de las características más notorias de su indefensión inicial ante la Naturaleza y la Cultura en la que comienza su vida.
    Tanta es la dinámica de cambio evolutivo que le permite al hombre el hecho de ser estructurable así como, también, el hecho de estar expuesto a recibir estímulos que le detengan el desarrollo o le impriman una dirección negativa o patológica. La permeabilidad en el vínculo con el medio estructurador es dinámica pero, también, riesgo.
    Gran parte de lo organizado en nosotros mismos como ineficaz, ineficiente o patológico puede ser, y de hecho lo es, corregido o modificado por la acción directa de numerosas personas que intervienen sobre nosotros o por el paso por instituciones.
    Muchas veces, también, no es solo la incidencia directa de las personas que ayuda a modificar conductas propias sino el hecho mismo de la legislación y la organización social que presenta esa institución.
    Un ejemplo típico es la escolaridad primaria, en la cual aprehendemos gran parte del bagaje social-cultural que nos acompañará de por vida.
    En la escuela primaria no solo nos afecta "positivamente" la acción personal de los maestros: es la misma organización social de esa comunidad educativa la que obra y presiona socialmente sobre nosotros logrando que incorporemos innumerables formas de trato institucional y de vínculo interpersonal, colaborando al logro de un orden intrapersonal adecuado a las normas culturales que la escuela misma representa o reproduce.
    Este aspecto específico de la incidencia transformadora que posee la institución como capacidad intrínseca y de acción permanente, es el que destaco como potencialidad transformadora de la Comunidad Terapéutica de ser una estructura-estructurante, como la familia, la que espero que haya quedado suficientemente destacada para promover la inquietud, en el lector, de reflexionar al respecto.
    Hace tiempo que estoy convencido que la Psicología posee, en el concepto organizacional de la Comunidad Terapéutica, un amplio campo de estudio e investigación capaz de transformar conceptos que hagan a una mayor comprensión de los fenómenos del hombre y sus circunstancias sociales.
    La organización de la personalidad, el grupo y su incidencia, el vínculo de la institución con la transformación o esclerosamiento de la conducta humana, el enfermar y padecer, la cura de los trastornos psicológicos graves, son todos conceptos que la Comunidad Terapéutica pone en análisis para su observación, investigación y, quizá, su reformulación.
    El tiempo y el trabajo que se vaya realizando en este campo nos irá proporcionando una conceptualización más acabada y, siempre, rica.

    viernes, 11 de febrero de 2011

    LUDOPATIA

    LUDOPAT͍A
    La ludopatía consiste en una alteración progresiva del comportamiento por la que un individuo siente una incontrolable necesidad de jugar (juegos de azar), menospreciando cualquier consecuencia negativa. Se trata de una adicción. En algunos países, es causa de divorcio.
    Es un trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su clasificación Internacional de Enfermedades en el año 1992. Sin embargo, esta no fue la primera vez que, como categoría diagnóstica y con el nombre de juego patológico, se reflejó en los ámbitos profesionales. Ya en 1980 aparece en el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM III). Para detectar casos de juego patológico en la población normal (normalmente con el fin de conocer la prevalencia e incidencia del problema) se utilizan diversos instrumentos estadísticos como el South Oaks Gambling Screen o la Escala Breve de Detección de Juego Patológico.
    El juego puede llegar a ser algo más importante en la vida de un jugador que su familia, trabajo o bienes materiales. Tan fuerte puede ser la dedicación al juego que la alimentación, sexo o relaciones sociales pasan a constituir algo secundario.
    El juego compulsivo es una enfermedad que se caracteriza por el impulso incontrolable por jugar. Se puede decir que alguien es un jugador compulsivo cuando éste juega no sólo ya por el hecho de ganar, sino por el mismo placer de jugar y no es capaz de parar, ocasionando así problemas tanto emocionales, como familiares, legales, financieros, etc.; esta adicción suele estar acompañada de otras como el alcohol y las drogas... Es una enfermedad que, en resumidas cuentas, destruye tanto al jugador como a las personas que lo rodean. Además, el jugador patológico disminuye sus interacciones sociales con personas no relacionadas con el juego; es decir, sólo socializa con amigos en bares, casinos, etc. La consideración del juego patológico como enfermedad, es discutida por ciertos sectores profesionales, aunque dado que son minoría, son sistemáticamente silenciados por el sector más numeroso, compuesto fundamentalmente por ex jugadores y sus familias.
    El jugador compulsivo es manejado por un impulso incontrolable para aceptar riesgos, hecho que progresivamente va minando toda su vida. En muchas ocasiones, el jugador tiene que recurrir a actividades ilegales o contra su propia naturaleza para obtener el dinero que escapa de sus manos. También presenta un elevado riesgo de cometer suicidio. El planteamiento determinista al elegir como "tiene que" ó "imposible de resistir" supone que en ocasiones el tratamiento es mas dañino que la propia enfermedad, al entenderse que al jugador no le queda mas remedio que delinquir, por lo que de esta forma, se puede acabar asumiendo que es víctima de sus impulsos.
    Los ludópatas pueden manifestar otras enfermedades de origen psicosomático. Suele estar aparejada con otras adicciones como el alcoholismo y el tabaquismo. Las familias suelen tener un patrón característico de funcionamiento, de manera que el propio afectado por el problema no suele ser la persona que solicita ayuda a los servicios profesionales y/o las asociaciones de autoayuda.
    Indicios de juego compulsivo:
    • Su comportamiento produce en la familia síntomas de depresión o desesperación.
    • Amenaza a los recursos económicos familiares.
    • Desatención al trabajo.
    • Actividades ilegales para poder jugar o bien para reintegrar el dinero a amigos, familiares, entidades financieras, etc.
    Otras señales de alerta son:
    • Escoge el juego antes de la familia, amigos y trabajo.
    • Tiene una Fe ciega que logrará grandes ganancias.
    • Piensa que perdió porque no jugó de la mejor manera.
    Si bien el sistema DSM (III, III-R y IV1) y la CIE-102 incluye este trastorno entre las alteraciones debidas a un bajo control de los impulsos, lo cierto es que los criterios diagnósticos operativos DSM tienen exactamente el mismo diseño que el de las adicciones a sustancias, lo que muestra la concepción subyacente para la enfermedad en ese sistema: se trata de un problema adictivo "sin sustancia" incluido en un apartado que no es el suyo.
    DEPRESIÓN

    miércoles, 9 de febrero de 2011

    La droga mas peligrosa del mundo 2006


    www.Tu.tv


    Documental que nos habla sobre la metanfetamina y sus consecuencias.
    07 de febrero de 2011 5:17

    La adicción: un problema complejo

    ¿Qué son, cómo se originan, cuál es la mejor manera de tratarlas? En la primera de una serie de cinco entregas sobre el tema, BBC Mundo arroja algo de luz sobre el problema de las adicciones.
    La adicción: un problema complejo
    "Chica depresiva"
    En lo que se refiere a las adicciones hay muchas ideas falsas y no poca incertidumbre sobre su naturaleza, su origen, su desarrollo y la mejor manera de tratarlas. En la primera de una serie de cinco entregas sobre el tema, BBC Mundo intenta arrojar algo de luz sobre este problema.
    Incontrolable
    En el ámbito médico la adicción puede estar vinculada a cualquier sustancia o actividad que el individuo no es capaz de controlar. Así, puede haber adicción al sexo, a las drogas, al alcohol, al juego (ludopatía), a las nuevas tecnologías (tecnofília), etc.
    Una característica importante es que las adicciones llevan a la persona a una conducta compulsiva. Quizás el mejor ejemplo sea el del cigarrillo: todas las personas fumadoras -o que lo han sido- reconocerán el fuerte deseo de encender un cigarrillo en situaciones en las que no es permitido hacerlo, como en los aviones, restaurantes o bares.
    Para comprender las adicciones también hay que considerar dos dimensiones: la fisiológica y la psicológica.
    La primera está relacionada con la forma en la que la sustancia o actividad adictiva actúa en el cerebro.
    La segunda tiene que ver con las razones que han impulsado al individuo a engancharse a una sustancia o actividad determinada.
    Factores de riesgo
    ¿Qué es lo que hace a algunas personas más susceptibles de convertirse en adictas?
    Existe evidencia científica que sugiere cierta predisposición genética, pero no se pueden descartar factores culturales y sociales.
    Por ejemplo, una persona tendrá menos oportunidades de convertirse en alcohólica en un país donde el consumo de alcohol es inaceptable que en otro donde ingerir alcohol sea parte de la rutina diaria.
    Crecer en el seno de una familia donde se produce un abuso de drogas y alcohol también puede incrementar las posibilidades de desarrollar síndrome de dependencia.
    Y la pobreza, la falta de educación y el desempleo también aumentan los riesgos. Si el ambiente en el que vive un individuo es estresante, éste puede buscar refugio en sustancias y actividades que pueden crear adicción.
    Esos factores no siempre conducen a la adicción, pero sí aumentan la vulnerabilidad de la persona.
    Indicadores de adicción
    Hay varios indicadores claros que permiten identificar a una persona como un adicto.
    1. La existencia de un objeto de deseo: una sustancia, cosa o actividad que provoca ideas obsesivas y deriva en comportamientos compulsivos.
    2. Comportamientos guiados: una compulsión por reducir la ansiedad y satisfacer la obsesión que provoca la adicción.
    3. Falta de control. La adicción implica siempre una pérdida de control cuando aparece el objeto deseado. Incluso cuando un adicto intenta detener su comportamiento adictivo, muchas veces fracasa.
    4. Dependencia. Existe una dependencia respecto al objeto deseado y sólo éste puede satisfacer el deseo del adicto.
    5. Consecuencias negativas. Una de las más comunes en la depresión. El mayor anhelo de un adicto es lograr, a través del objeto de deseo, la ansiada felicidad, la que sin embargo no puede hallar. Esto le hace entrar paulatinamente en una depresión, que intenta superar con un mayor uso o consumo del objeto de deseo.
    Fases hasta llegar a ser adicto
    La mayoría de las adicciones tardan en desarrollarse y casi nadie se convierte en adicto de forma deliberada. Lo que ocurre es que el consumo progresa a través de varias fases.
    Tras probar la sustancia o actividad por primera vez, es posible que la persona repita y quizás empieza a usarla de forma ocasional hasta que se convierte en algo usual.
    Mientras tanto, la cantidad también empieza a aumentar.
    Recuperación
    En algunos de los casos, es posible vencer una adicción, sea física o psicológica, con fuerza de voluntad. Pero en la mayoría de los casos se necesita de gran ayuda profesional.
    Martes: Cuando la cura se convierte en adicción.
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    martes, 8 de febrero de 2011

    CUANDO LA CURA SE CONVIERTE EN ADICCION

    Cuando la cura se convierte en adicción
    08 de febrero de 2011 05:30
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    Cuando hablamos de drogadicción, lo primero que se nos viene a la cabeza son sustancias ilícitas, como la heroína y la cocaína, y pocas veces pensamos en medicamentos. No obstante, hoy día, en muchos países del mundo el uso abusivo de fármacos -sobre todo tranquilizantes y estimulantes, considerados como muy adictivos- está creciendo.
    Según la DEA (Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas), en Estados Unidos, "son más (las personas que consumen fármacos) que las que usan cocaína, heroína, alucinógenos, éxtasis y opioides, todos sumados". Se estima que en EE.UU. hay alrededor de 7 millones de adictos a los medicamentos.
    Y, en Colombia, los estimulantes y los tranquilizantes se han convertido en las drogas más consumidas después de la marihuana y cocaína, sobre todo entre los jóvenes.
    El más reciente Estudio Nacional de Consumo de Sustancias, el mayor realizado hasta ahora, señala que unos 350.000 colombianos han usado al menos una vez tranquilizantes y estimulantes sin receta médica.
    Pero esas cifras, según expertos, está muy por debajo de la realidad.
    Automedicación
    Casi todos los medicamentos no son dañinos si se administran bajo un estricto control médico, es decir, si el doctor receta las dosis necesarias para que incluso los efectos secundarios sean mínimos.
    Pero, en muchas ocasiones, las personas tienden a automedicarse sin ningún tipo de control, lo que se torna en un problema que, en el caso de Colombia, está creciendo, le dijo a BBC Mundo el doctor Hugo Gallego, experto en toxicología.
    "Por una lado, hay un problema de automedicación y por otro hay un mercado ilegal grande de acceso, sobre todos a los tranquilizantes conocidos como benzodiacepina, que han demostrado tener graves efectos de adicción", señaló Gallego.
    Y las adicciones a los fármacos son tan peligrosas y temibles como las que se experimentan con drogas duras.
    Uno de las características que agudiza el riesgo que representa la benzodiacepina es además que se desarrolla tolerancia, de manera que el cuerpo cada vez necesita de dosis más elevadas.
    "El año pasado tuve un paciente de diecisiete años, adicto a los tranquilizantes, que empezó con una pastilla al día y después de tres años llegó a tomarse 80 pastillas diarias", relató Gallego.
    Benzodiacepina y delincuencia
    Los tranquilizantes también son una droga que aparece relacionada con casos de delincuencia.
    Según el experto en toxicología colombiano, algunos sicarios la utilizan porque disminuye el temor a la hora de cometer un delito.
    "Les quita el miedo cuando se van a enfrentar a situaciones arriesgadas o tienen que matar a alguien y también les provoca una especie de laguna o amnesia que hace que no recuerden haber sesgado una vida", explicó.
    También son usadas para poner en estado de indefensión a víctimas de algunos delitos como robos y violaciones.
    El problema de la automedicación y el consumo de fármacos es tan grave en Colombia que el asesor del Ministerio de Protección José Posada Villa declaró que se ha convertido en un problema de salud pública.
    En opinión de Gallego, en estos momentos, a Colombia -un país que algunos consideran como modelo en el control de drogas duras- le faltan más esfuerzos, dedicación y conciencia en la mirada integral en lo que se refiere a la problemática de estos medicamentos.
    Miércoles: Adictos al sexo