Recomendados

Observatorio Argentino de Drogas
Investigaciones y estudios sobre el uso indebido de sustancias psicoactivas.
Mapa del Narcotráfico en Argentina
Iniciativa ciudadana para que los responsables gubernamentales sepan que sabemos, que ellos saben y no hacen nada.
Renpre
Registro Nacional de Precursores Químicos
Tenemos 24 invitados conectado

Mapa del Narcotráfico

En la Ciudad de San Francicsco...
Alías “Cesar Castedo Rodrí...
Punto de Venta del Cartel Domi...
En Ramallo entre Superi y Roqu...
La Unidad Especial de Investig...
Pistas Clandestinas identifica...
Numerosas denuncias señalan a...
Juán Carlos M, apodado "Charl...
pablo vive en isla de los paja...
Hola, les dejo un lugar donde ...
"El adicto que no acepta el tratamiento"
Miércoles 22 de Septiembre de 2010 11:08

por Lic. Daniel Campagna | Múltiples son las causas que intervienen en la constitución de esta enfermedad de la Drogadependencia. Desde las causas sociales (cada vez se acepta más la descripción de esta enfermedad como una Epidemia Social), hasta las familiares e individuales que intervienen, requieren análisis específicos y estudios aún no completos. En este espacio trataremos de explicar, para no complicar con otras razones, algunos de los motivos individuales que, además, se hallan presentes en la familia del Adicto y contribuyen a la compleja trama de esta enfermedad de nuestros tiempos. » Carta de un Adicto a Otro
Entre las características principales de constitución de la personalidad del Adicto, previa al consumo de drogas, incluiremos:
*Personalidad Infantil: La persona, que luego abusará de drogas, posee un desarrollo psicológico madurativo que contrasta con lo esperable, a determinada edad, para su crecimiento físico. Dicho de otra manera, es un "niño" que habita el cuerpo de un adulto.
*Distorsiones en la Identificación con sus figuras parentales: Existe, en la conflictiva familiar del Adicto, fallas en la incorporación de los rasgos principales que un niño necesita adquirir de sus padres:
1. Capacidad de amar y ser amado.
2. Límites parentales que le faciliten organizarse psicológicamente y afrontar los pasos necesarios para incorporarse al mundo social y que contribuyan al logro de los progresos acordes a la maduración y el crecimiento personal (Jardín de Infantes, Escolaridad Primaria, etc.).
3. Un modelo comunicacional-cultural con el que pueda mejorar, progresivamente, la calidad de sus percepciones, lenguaje, la relación con sus sensaciones y sentimientos íntimos que lo rodean.
*Tendencia a la actuación primaria de sus estados emocionales: Al padecer las distorsiones de identidad nombradas en el punto anterior crecen, de manera desproporcionada, la cantidad de impulsos, sentimientos y conflictos comparados con su capacidad de organizarlos, mediarlos con la reflexión y adecuar las respuestas a los mismos.
Entonces, con esta situación personal, el Adicto (antes de llegar al consumo de drogas), es una persona con gran dificultad de relacionarse consigo mismo (su mundo íntimo) y con los demás (su mundo familiar-social). Por estas razones queda, desde sí mismo, desorientado, confuso, con escasa capacidad de entender lo que le ocurre en diferentes etapas de su vida, desvalorizado y acosado por imágenes de lo que "debería ser" y no llega a cumplir. Se retrae, progresivamente, de aquellas cuestiones sociales-educativas que le presentan escollos insalvables y aumentan sus componentes agresivos y autoagresivos, se margina paulatinamente y no crece en su interior.
Los otros (familiares, docentes, amigos) lo comienzan a describir como "caprichoso", "impulsivo", "agresivo", "difícil de entender y de tratar" y, este componente, empieza a ser la base de su dificultad de encontrar espacios en lo social que le faciliten progresar psicológicamente.
*Crisis en la Pubertad: la aparición evolutiva de la sexualidad y sus características secundarias, en la Pubertad (entre los 10 y 14 años de edad) constituyen una experiencia inédita en la vida de cada persona.
Por "inédita" describimos un salto cualitativo y cuantitativo de alta significación para la constitución de lo que luego será la personalidad adulta. Esta etapa es descripta, también, como el comienzo de la Adolescencia.
A todos lo humanos este período nos reporta conflictos, dificultades de adaptación, temores y vergüenzas sociales, miedos profundos relativos a la identidad donde, el "ser o no ser" normal, es una dialéctica permanente de la intimidad, a veces expresada y verbalizada con otros (amigos, docentes, padres o figuras parentales).
En todos los casos es vivida, esta etapa, con gran intensidad no siempre manifestada exteriormente. Para todos es una época de conflictos que perduran, más mitigados, por el resto de la Adolescencia.
Cuando existe algún tipo de perturbación psicológica, en la persona, estos conflictos continúan presentes en la vida adulta y se manifiestan con diferentes síntomas (inhibiciones sexuales, problemas de relación con el otro sexo, soledad, conformación de parejas complementarias de la propia conflictiva, etc.).
La manera de atravesar la Pubertad, sienta las bases principales de la Identidad de la persona adulta.
*Crisis de Identidad: Este es, a mi juicio, el principal problema que lleva a una persona puber-adolescente, a la tentación culturalmente presente de usar drogas como un intento de constituir una Identidad no completada y crítica.
El Adicto cambia, confunde o reemplaza su Crisis de Identidad, en una resolución patológica, por la "imagen". Verse es Ser o, mejor dicho, que "lo vean" es sentirse "alguien".
El déficit personal de ¿quién es en realidad?, es trastocado por la sensación imaginaria de aferrarse a una "presentación", a rasgos externos en los que encuentra su "ser alguien" y que deben ser vistos por los otros. Esta imagen puede ser aprobada por sus amigos y desaprobada por su familia.
En realidad, huye de la conflictiva personal-familiar corriendo detrás de un "espejo" que le aporta, generalmente, un grupo de pares con el que se siente bien, pero que no lo constituye, definitivamente, como "alguien" para sí.
De esta forma observamos que prevalece la Identidad Grupal es decir, la imagen que recibe de sí mismo al pertenecer a un grupo especial, por sobre la Identidad propia, íntima, el "yo soy".
Fuera del grupo identificatorio, en soledad, el Adicto pierde o confunde la idea de sí mismo y trata de aferrarse a los atributos externos de la imagen que ha constituido.
Cuando ha comenzado el consumo de drogas en su grupo "de amigos", es más y más fuerte este complejo sufrimiento de sentirse etéreo, virtual, incompleto y desubicado. Recurre a la droga como una forma de recomponerse, de "verse bien", de sentirse fuerte pero, siempre, acentuando las características de debilidad de su identidad que aumentan y potencian el incremento del consumo de drogas.
Como ya se puede observar, lo que denominamos "enfermedad", para el Adicto es "identidad" y le dificulta el reconocerse enfermo porque le significa: ¿desconocerse?, ¿desdibujarse como imagen?, ¿perder la precaria identidad que ha adquirido?.
Decíamos anteriormente que en el Adicto "prevalece la identidad grupal" es decir, la imagen que recibe de sí mismo al pertenecer a un grupo especial, por sobre la identidad propia, íntima, el "yo soy".
Entonces podemos pensar que la Adicción a las Drogas, o Drogadependencia, es descripta como Enfermedad por un observador externo que la identifica como tal (Médico, Psicólogo, etc.) pero que, cuando un profesional de la salud emite su Diagnóstico luego de evaluar la historia y sintomatología, discurso y consecuencias social-familiares, no recibe el acuerdo del enfermo.
¿Cuál es la respuesta común de la persona diagnosticada?
Lo habitual es el descreimiento, rechazo u oposición a la palabra del profesional. Este signo es tan reiterado que se convierte en complementario del Diagnóstico Presuntivo inicial y lo certifica. Esa "respuesta" pone en evidencia mecanismos de defensa concurrentes a la constitución psicológica del Adicto: la Omnipotencia y la Negación.
Por tanto, lo que se describe como "enfermedad" desde el observador profesional que emite el Diagnóstico es vivido, por el Adicto diagnosticado, como crítica, ataque a sí mismo, equivocación del otro o, simplemente, no le interesa la opinión del profesional aduciendo, frecuentemente, "no entiende nada".
¿Qué es lo que ocurre?
La persona Adicta no tiene "conciencia de enfermedad, decimos, pero ¿es así?.
Claro, no tiene conciencia de enfermedad desde nuestro punto de vista profesional, pero evaluemos este aparente desacuerdo en detalle.
Pienso que, luego de observar la evolución de muchos casos, el Adicto ve complicada su persona en lo que 'el otro' describe como enfermedad. Le cuesta, o no puede, simbolizar el área afectada, el órgano enfermo, el punto objetivo en que el profesional se basa para su diagnóstico.
Vive, infantilmente, que si la enfermedad es "mala" y hay que "curarla", él mismo es malo y hay que reconstruirlo, reprogramarlo, o cualquier fantasía por el estilo. Por esto habla, con mucha frecuencia, que el tratamiento intenta "lavarle el cerebro" y llevarlo a pensar como el otro (Institución-"Secta") desea.
El es Adicto, él desea drogarse, la "enfermedad" es él. La enfermedad y la identidad, para él, es la misma cosa.
Sin lo que el otro denomina enfermedad siente que no es nada, que su cerebro se vacía y pierde el precario contenido que ha constituido.
No importa si la enfermedad es criticada por otros, no importa si la droga le hace daño, él es "sujeto" en tanto se encadena al pseudo-objeto del que depende. Depende su sí mismo de mantener su dependencia.
La propia identidad, precariamente constituida, entra en colapso cuando ve la posibilidad de iniciar tratamiento libre de drogas. Sin droga no es él y, por tanto, aparecen fantasías autoamenazantes y terroríficas. En qué se convertirá si deja las drogas e inicia tratamiento: ¿en nada?, ¿en policía?, ¿en un homosexual?, ¿en un ser inservible?, ¿en una persona permanentemente en pánico y angustiada frente a cualquier hecho común de la vida?
Dos ejemplos, de personas en tratamiento de internación, que pueden ilustrar este punto:
a. El primero, un muchacho agradable de 22 años, alto, apuesto, el cual durante un grupo terapéutico, trataba de explicar la angustia, acuciante y amenazadora, que sufría al primer mes de internación. Parado, frente a un espejo existente en la sala de grupos, decía: "...No sé como explicarles, me desespero, yo miro al espejo y no veo nada, ¡no veo nada!, no sé quién es al que veo...". (este joven consumía drogas, adictivamente, desde los 13 años).
b. El segundo caso se trataba de un muchacho de 28 años, con catorce años de consumo de drogas "duras", con largo historial delictivo y frecuentes encarcelamientos, torvo, amenazador y querellante. Antes de la internación vivía de pelea en pelea. A los siete meses de tratamiento de internación y por primera vez, iba a viajar en colectivo, solo y sin estar drogado. Al regresar, relataba lo siguiente: "Estaba totalmente asustado, ¡no lo podía creer!, tenía miedo de subir al colectivo, sacar boleto y viajar. Tenía pánico de que alguien me preguntara cualquier cosa, no lo podía creer, ¡cómo yo teniendo miedo de semejante pavada!".
Con "yo", en el segundo ejemplo, quería decir el identificado con el "drogadicto pesado", el que asustaba a los otros, que intimidaba, el 'malo' y 'delincuente', en síntesis, el que era. Sin ese "esquema" se sentía "nadie".
La droga es un objeto narcisístico, colmado de un sentido fantaseado y eficaz, con muchísimo valor para el sujeto que la consume, mas allá de su efecto químico-físico.
Por ello si alguien, ingenuamente, pregunta al Adicto: "¿Qué sentís al drogarte?", nunca encontrará una respuesta satisfactoria.
Plantear que la droga "es un objeto narcisístico colmado de un sentido fantaseado y eficaz, con mucho valor para el sujeto que la consume", es una apuesta a vincular 'la droga' con la estructura de personalidad del sujeto adicto de manera profunda.
Desde la óptica de lo intrapsíquico, individual, es parte del ser, de la identidad del que consume y, por ello, la dificultad en aceptar su enfermedad y, por ende, el tratamiento.
Si la "droga" colma espacios vacíos porque, en tiempo y forma, los mecanismos que debían favorecer el desarrollo fallaron en su constitución y, el drogarse, forma parte - para el adicto- del ser alguien en este mundo, observaremos que el dejar de drogarse, si bien puede ser un objetivo aconsejable es, a la vez, una meta muy difícil y prolongada; algo así como deshacerse para volverse a constituir.
Si la "solución" que aporta la enfermedad de la Drogadependencia a los problemas de personalidad del adicto no fuera solo ilusión con marcada tendencia al agravamiento de los conflictos y el deterioro físico, psicológico y social, no habría forma de romper el vínculo adicto-droga. Pero, aún con esos componentes ilusorios y agravantes, es muy difícil desvincularlos.
Anteriormente comentábamos: "...la enfermedad es él. La enfermedad y la identidad, para él (adicto), es la misma cosa". Con este comentario, aparentemente sencillo, pensamos organizar la estrategia institucional de tratamiento, abriendo nuevos interrogantes: ¿Qué es curar-tratar-rehabilitar a un adicto?, ¿Porqué hablamos de estrategia institucional de tratamiento?, ¿No se avasalla el derecho humano a una identidad al plantear su modificación o transformación?.
Es notorio que el Equipo de una Comunidad Terapéutica siempre se interroga por el ser, de manera explícita o inconciente y, a nuestro entender, debe analizar siempre lo que transmite (y metatransmite) como ideología en su propio desenvolvimiento terapéutico.
El cambio de "identidad" propuesto al adicto es en aquello observado como enfermedad, como trampa o pseudoproyecto deprimente de lo vital y enmascarado como promesa de felicidad o de no sufrimiento, como tropiezo y detención del desarrollo de una identidad humana.
No es necesario ofrecer al adicto el sentido de la vida (ideológico) del Equipo tratante; esto sería transgredir sus derechos. Es necesario llegar a enfrentarlo al ciclo natural de "nacer, crecer, reproducirse y morir", con la posibilidad humana de encontrarle un sentido y pensarlo como proyecto vital (individual, familiar y social), frente a lo cual el hombre debe estar psicológicamente organizado para madurar.
El Equipo tratante debe comprender, y ser humilde ante ello, que el adicto, naturalmente, no acepta su tratamiento de rehabilitación:
- Porque le teme, lo asusta la idea de vivir sin drogas.
- Porque su vida, lastimosamente, se ha convertido en "drogarse"-
- Porque no conoce otra forma de vivir.
- Porque su "libertad" se ha convertido en soledad y encierro.
- Porque entre entenderse y cambiar, hay un trecho muy grande en el que debe ser comprendido y acompañado.
La estrategia institucional debe, necesariamente, ser estructural. Esto es abarcar simultáneamente todas las variables interactuantes, tanto en la enfermedad como en la cura. Debe funcionar como "familia sustituta", en el sentido estructurador que la familia posee en lo humano. Debe combinar los límites con el amor, la indicación con el ejemplo, la honestidad con el quehacer cotidiano, la necesidad del cambio con el tiempo y el espacio adecuados para lograrlo, el reclamo del cambio con la madurez propia, la necesidad de la instrucción con la dignidad del que aprende porque acepta no saber.
Aún cumpliendo con todas estas difíciles normas, este Equipo nunca debe perder la humildad propia de cualquier ser humano que desea ayudar a otro a cambiar, si ese otro lo desea.
CONCLUSIONES
Mas allá de concluir está en mi ánimo, transitando un camino abierto, continuar el despliegue de un modelo organizacional que sirva, al observador entrenado, de laboratorio de análisis intelectual sobre los diversos mecanismos psíquicos, emociones y modelos de vínculo que se van estructurando en las instituciones o, mejor dicho, en las formas institucionales de organización que ha tenido el Hombre a través de los tiempos.
Luego de nuestro paso natural y necesario por nuestras familias originarias, nuestra vida social y futura se desarrolla, progresivamente, en instituciones de diverso tipo: educativas, sociales, deportivas, laborales, militares ,etc. y, aquello que llamamos "vida privada" se desarrolla, también, en acuerdo a un modelo institucional que es nuestra familia adulta, la conformada por nuestra elección y la de nuestra pareja.
Esta familia es una institución porque se constituye con el objeto de ser un grupo organizado regido por leyes culturales no escritas intragrupo y por leyes sociales que protegen su dinámica y sostén.
Las personas somos, entonces, estructurados por familia e instituciones en nuestra organización mental-cultural-social y, a la vez, somos estructuradores, genitores de familias y organizaciones.
En esa realidad de "estructurables-estructurantes" es donde reconozco la dinámica viva y cambiante que posee la cultura de nuestra civilización.
Y, también por esa condición, nos es posible reconocer la presencia de la historia en nosotros mismos, el sello de la propia cultura en nuestras familias, la peculiaridad de los antecedentes de nuestros movimientos políticos en nuestra organización social actual y, fundamentalmente, el distintivo de aquellas emociones fundantes del Hombre en los signos perennes de la Cultura Universal.
No podemos negar ser hijos de nuestros padres, así como tampoco que somos producto de la civilización humana.
La necesidad del hombre de ser estructurado en un presente originario para poder estructurar evolutivamente un proyecto vital, es una de las grandezas asombrosas de lo humano pero, también, una de las características más notorias de su indefensión inicial ante la Naturaleza y la Cultura en la que comienza su vida.
Tanta es la dinámica de cambio evolutivo que le permite al hombre el hecho de ser estructurable así como, también, el hecho de estar expuesto a recibir estímulos que le detengan el desarrollo o le impriman una dirección negativa o patológica. La permeabilidad en el vínculo con el medio estructurador es dinámica pero, también, riesgo.
Gran parte de lo organizado en nosotros mismos como ineficaz, ineficiente o patológico puede ser, y de hecho lo es, corregido o modificado por la acción directa de numerosas personas que intervienen sobre nosotros o por el paso por instituciones.
Muchas veces, también, no es solo la incidencia directa de las personas que ayuda a modificar conductas propias sino el hecho mismo de la legislación y la organización social que presenta esa institución.
Un ejemplo típico es la escolaridad primaria, en la cual aprehendemos gran parte del bagaje social-cultural que nos acompañará de por vida.
En la escuela primaria no solo nos afecta "positivamente" la acción personal de los maestros: es la misma organización social de esa comunidad educativa la que obra y presiona socialmente sobre nosotros logrando que incorporemos innumerables formas de trato institucional y de vínculo interpersonal, colaborando al logro de un orden intrapersonal adecuado a las normas culturales que la escuela misma representa o reproduce.
Este aspecto específico de la incidencia transformadora que posee la institución como capacidad intrínseca y de acción permanente, es el que destaco como potencialidad transformadora de la Comunidad Terapéutica de ser una estructura-estructurante, como la familia, la que espero que haya quedado suficientemente destacada para promover la inquietud, en el lector, de reflexionar al respecto.
Hace tiempo que estoy convencido que la Psicología posee, en el concepto organizacional de la Comunidad Terapéutica, un amplio campo de estudio e investigación capaz de transformar conceptos que hagan a una mayor comprensión de los fenómenos del hombre y sus circunstancias sociales.
La organización de la personalidad, el grupo y su incidencia, el vínculo de la institución con la transformación o esclerosamiento de la conducta humana, el enfermar y padecer, la cura de los trastornos psicológicos graves, son todos conceptos que la Comunidad Terapéutica pone en análisis para su observación, investigación y, quizá, su reformulación.
El tiempo y el trabajo que se vaya realizando en este campo nos irá proporcionando una conceptualización más acabada y, siempre, rica.