miércoles, 18 de mayo de 2011

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRAS DE CÒRDOBA (CANNABIS)

Se debe insistir en el rol que tienen los padres y la sociedad en retardar lo más posible este primer contacto con la droga. Y si se detecta precozmente, poder intervenir para evitar que se mantenga el consumo. Por Leandro Dionisio y Darío Gigena Parker.
Leandro Dionisio y Darío Gigena Parker Presidente y secretario de la Asociación de Psiquiatras de la Provincia de Córdoba

“El consumo de drogas ilegales se ha expandido en general. Aumentó la oferta, la diversidad de la misma, los precios bajaron, los recursos de las personas han ido creciendo; por lo tanto, hay mayor acceso económico hacia la droga”. Según Cicad, Organismo de control del abuso de drogas de la Organización de Estados Americanos, el inicio en las drogas es bastante precoz, entre los 12 y 13 años. También se hace hincapié en que mientras más tarde haya sido esta primera vez, habrá menos probabilidad de consumo en el futuro.

Esto debe hacer recapacitar en el rol que tienen los padres y la sociedad en retardar lo más posible este primer contacto con la droga. Y si se detecta precozmente, poder intervenir para evitar que se mantengan el consumo y las complicaciones derivadas de ello. El organismo recalcó que la marihuana suele ser una droga de inicio, y es muy poco frecuente que un joven consuma cocaína y no haya probado marihuana previamente. Según la Cicad: “No podemos dejar de lado el gran problema de la juventud: el abuso de alcohol. Hay estudios que muestran que la precocidad en el consumo de alcohol es un factor de riesgo muy potente para el consumo posterior de droga ilícita. La relación del alcohol con la droga es bastante alta”.

Uno de los mitos comunes sobre la marihuana señala que “...es natural y no es tan nociva como el cigarrillo”. La marihuana contiene como droga activa el 9 Tetra-hidro-canabinol. Actualmente todas las semillas en el mercado son obtenidas por manipulación genética “transgénica”, para dotarlas de más droga activa. De esa forma, tienen al menos 60 veces más de 9THC que la marihuana disponible en los años ‘70.

No es cierto que sea tan “natural”: la marihuana que se vende en nuestro medio también tiene químicos tóxicos agregados con el fin de compactarla al ser transportada. Tampoco es inocua, ya que produce cambios importantes en el sistema nervioso, aun más en el frágil cerebro en desarrollo de los adolescentes.

Además, genera efectos agudos, puesto que inmediatamente luego de consumirla, la persona sufre alteraciones en la percepción del tiempo, pérdida de la memoria a corto plazo, disminución en la capacidad para prestar atención, dificultades para expresar pensamientos simples o palabras. Hay afectación de las habilidades motoras, aumento del apetito, náuseas, adormecimiento, ánimo alterado, euforia, rasgos de ansiedad, tensión, irritabilidad, confusión y despersonalización.

Algunas personas pierden seriamente las ambiciones saludables, es decir, dejan de tener interés por progresar en sus tareas cotidianas. Esto afecta profundamente el desempeño escolar o académico y sus relaciones con los demás.

La marihuana afecta seriamente las conductas complejas, particularmente la conducción de automóviles y motocicletas. Esto es porque la droga proporciona una sensación placentera de flotar (lo que afecta el control sobre la posición del automóvil a su alrededor); se pierde o distorsiona la percepción del tiempo, y al persistir por mucho tiempo en el cerebro, particularmente el cerebelo, produce un efecto que va más allá del momento del consumo. Afecta también la motricidad fina y gruesa; la atención y la vigilancia; genera en reaccionar rápidamente, eligiendo alternativas; produce dificultad para ver señas de luces, y todo lo que contribuye al mal desempeño en la conducción y los riesgos que conocemos.

“No adictiva”. Como dijimos, la marihuana de hoy es mucho más poderosa que hace 30 años; las personas dependientes experimentan abstinencia más rápidamente, por la mayor cantidad de droga activa, lo que está

demostrado en modelos animales para estudiar sus efectos. Tiene una farmacología compleja, con características adictivas por larga presencia en el cuerpo y baja tasa de eliminación. Además, tiene acción llamada de “refuerzo”, ya que las personas que la consumen tienden a anhelar su futuro consumo y esto se debe a su absorción rápida (fumada en pocos segundos actúa en el cerebro) y el rápido desarrollo de tolerancia (el cuerpo se acostumbra y se necesita más cantidad de droga para producir los mismos efectos).

Cuando se deja de consumir se observan síntomas de abstinencia, los que por ser displacenteros, inducen a continuar con la ingestión. Algunos de estos síntomas son insomnio, náuseas, deseos de consumir la droga, falta de apetito, inquietud, irritabilidad, depresión, temblores leves, etcétera. Este síndrome aparece después de sólo 21 días de uso continuado. Se observó igualmente un aumento de los problemas antisociales (robos, mentiras, manipulación, engaños, etcétera).

Los jóvenes buscan la dependencia como un factor de “estatus” en primer lugar, y también debido a que no necesitan gotas para la irritación ocular gracias al acostumbramiento (tolerancia farmacológica) que induce la droga con el uso continuado. Pasa lo mismo con la somnolencia y otros trastornos desagradables que induce la droga, que también tienden a disminuir porque el cuerpo se acostumbra a la ingesta. Estos fenómenos pueden conducir a la adicción, ya que el sujeto sólo tiene efectos positivos con el consumo y si deja de consumir se siente mal.

El efecto de influencia de los otros adolescentes no está bien estudiado, pero se estima que si un joven tiene oportunidades percibidas de interactuar con otros que consumen drogas, es más probable que lo haga. Es necesario advertir que la mayoría de los jóvenes no fuma marihuana, y el adolescente tiene más probabilidad de ser aceptado no fumando que haciéndolo en los grupos con valores pro sociales y actividades recreativas afines (deportes, hobbies, participación en actividades estructuradas como la escuela, la universidad o un trabajo, etcétera).

Los padres se enfrentan a una paradoja respecto de este grave problema actual; por un lado, tienen que lidiar con mensajes de la cultura de la droga que traen a la casa los hijos que están teniendo experiencias con la marihuana (mensajes como: “las drogan no pueden afectarte en nada”; “tomar drogas es divertido”; “podés consumirlas de manera controlada y responsable”). Al mismo tiempo, perciben que sus hijos cambiaron de amigos (o sus amigos de siempre cambiaron como él), tienen fallas escolares, eligen estudiar carreras de escasa exigencia reclamando más tiempo libre (¿pérdida de la ambición inducida por la droga?).

Estos mismos padres temen limitar la vocación o libertad de opción y experimentación en sus hijos, para lo cual estos adolescentes pueden tener una capacidad argumentativa significativa y convincente. En el medio de estos dilemas y consultas fallidas (porque el adolescente no quiere asistir a ningún asesoramiento psicológico) estos padres reciben el llamado telefónico de una comisaría para indicar que detuvieron a su hijo por consumo en la vía pública, o por tener una cantidad que excede el consumo personal (lo cual es frecuente en consumidores, aunque sean ocasionales). Y, dolorosamente, descubren que no pudieron proteger a su hijo de las graves consecuencias legales que esto puede acarrear. Estos mismos padres empiezan a tomar en serio este tema, frecuentemente minimizado, cuando tienen que retirar a su hijo de la cárcel o enfrentar un complejo periplo por el sistema judicial, lo cual es tremendamente estigmatizante en sus consecuencias.

Una intervención es eficaz cuando los padres precozmente actúan para evitar el consumo y las consecuencias que esto acarrea.

© La Voz del Interior

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